Podríamos decir que las marcas las trae la cigüeña pero, no nos engañemos, sería mentir. El branding se cocina a fuego lento, ¿quieres la receta? Aquí la dejamos:
La primera cita
Rebobinemos al principio de la historia, no se hace una marca con cualquiera, por eso el primer paso es conocernos. En la primera cita todo son nervios e ilusión (sí sí, como en una película Disney). El primer paso es realizar un buen briefing o cuestionario donde quedarán escritos con sangre los puntos clave, características y necesidades que tendrá nuestra nueva relación.
Aterrizando ideas
Con toda la información recogida en la primera cita, el equipo se reúne para lanzar ideas. Al principio, todo vale, todas las ideas se ponen sobre la mesa, y se van filtrando las mejores. Así hasta reducir la lista a dos o tres conceptos que de verdad nos parecen geniales, tanto que no sabemos cuál es el mejor, ¿cómo vamos a querer más a un hijo que a otro? Eso, que lo decida el cliente.
Aunque las ideas ya están más o menos formadas en nuestras cabezas, hay que ponerlas sobre papel (o pantalla, según el caso). Bocetos y más bocetos, cada uno de su padre y de su madre, hasta que la idea cobra vida y se vuelve un concepto visual. Nuestro retoño ya está en camino… ya tenemos una imagen única para cada concepto. Esto será suficiente para que el cliente pueda ver todo el potencial de cada una de nuestras propuestas. Y sí, al final en el caso del branding, hay un hijo al que se quiere más…
La presentación oficial
Esta primera presentación de la marca es la que nos suele poner más nerviosos. Aunque sabemos que son unas ideas estupendas y con mucho potencial, aún no conocemos la opinión del cliente… ¿Recuerdas ese primer regalo que le hiciste a tu chico/a y en el que te asaltaron mil dudas sobre si acertarías? Con la creación de marca pasa igual. Habitualmente acertamos, y el cliente suele quedar prendado de una de las dos opciones, ¡o de las dos! Pero en el remoto caso de no conseguirlo, volveremos al principio, poniendo todo nuestro empeño en dar con la idea perfecta.
Cada propuesta visual va acompañada de una argumentación de cómo, y por qué hemos llegado a esa idea. Así hacemos partícipe al cliente de nuestro proceso de pensamiento. La clave está en trabajar juntos en el desarrollo del mismo, e ir de la mano creando juntos, el embarazo es cosa de dos.
Trabajo puro y duro
Una vez que tenemos el camino marcado, queda perfeccionar el diseño. Trabajamos en varias fases de modificaciones en las que, el cliente va tomando decisiones siempre guiado por nuestras recomendaciones profesionales. Todo se pone en cuestión: color, forma, elementos, trazo, tipografía, composición. Pruebas y más pruebas que terminarán definiendo la esencia de la marca.
Pon en tu vida un buen branding, la hará mucho más sencilla.
Puede ser, que al final del proceso, la marca generada no se parezca apenas a la primera propuesta, O puede que, el primer diseño fuese tan acertado, que aunque se hagan cambios, siempre gane el original (aún así no nos libramos de probar y probar, para poder comparar).
El recién nacido
De pronto, llega el momento. ¡Ya está terminada! Es un momento emocionante, después de todo el tiempo y el esfuerzo invertido. Ver finalizada nuestra creación, haciendo que el cliente esté enamorado de su marca, es nuestra mejor recompensa. Hacemos el manual corporativo acompañando a la marca con todo lo que debe rodearla. Con el mismo cariño que se compra ropa nueva para un bebé, hacemos las diferentes versiones de color, las instrucciones de uso, adaptaciones de merchandising, etc. ¡Todo le queda bien a este branding!
Al final, entregamos la marca recién nacida a baby boom, con una mezcla de emoción y nostalgia. Sabiendo que está en buenas manos, pero que ya no estará con nosotros día a día… ¡cuídeme ese branding! Le hemos cogido mucho cariño. 🙂